sábado, 26 de octubre de 2013

De la marginalidad a la integración, del “loco” a la Salud Mental

El 10 de octubre la Organización Mundial de la Salud dispuso que se conmemorara el Día de la Salud Mental. En esta breve crónica veremos desde adentro la experiencia de la sala del Hospital 4 de junio de Presidencia Roque Sáenz Peña en Chaco. De integración, participación y sonrisas fueron las jornadas que organizaron el equipo de residentes en esa semana conmemorativa

*Crónica especial para edicionea.com.ar
**Para algunas declaraciones se aclara sólo entre participantes, pacientes o personal de la sala, para hacer hincapìé en el relato y no en las individualidades, además de para preservar sus identidades 

El Día de la Salud Mental tiene como objetivo concentrar la atención mundial en la identificación, tratamiento y prevención de los trastornos emocionales o de conducta y desde los organismos se elige una temática por año. Estos temas pueden ser la atención primaria, algunos trastornos particulares o como la de este año: “La Salud Mental y los adultos mayores”.
¿Por qué detenernos en este día? Porque como se mencionó anteriormente, la Argentina, siguiendo la evolución mundial sobre este tema, está viviendo un período de transición de un paradigma a otro.
En palabras simples, se busca concientizar y educar sobre los Derechos Humanos que todo paciente de los servicios de Salud Mental tienen y que por mucho tiempo les fueron negados. “El loco” formó parte (y aún continúa siéndolo) de la población marginal de la sociedad, siendo víctima de abandono, discriminación y olvido social y estatal.
La nueva Ley de Salud Mental de la Argentina, sancionada hace dos años, es la herramienta más fuerte de transformación de este paradigma del que hablábamos anteriormente. 
El paradigma "viejo", de tinte médico, considera que las personas que sufren trastornos mentales no tienen la capacidad (ni el derecho) de vivir socialmente, deben entonces ser “curados”  para que la sociedad vuelva a aceptarlos en su seno o bien ser confinados al encierro de un lugar en los márgenes donde su simple transitar no incomode, ni desequilibre el status quo de lo que se debe o no se debe ser.
Puedo tomar mucha bibliografía o fuentes vivas autorizadas para definir qué diferencia al paradigma de la Salud Mental, con este conservador de la locura, el loco/loca como extraño/enemigo, y a la psiquiatría médica como mano todopoderosa reguladora de lo que es sano o no.
Sin embargo, me detengo en dos definiciones sencillas, que por eso y poniéndolas en contexto adquieren la fuerza movilizadora de la experiencia cotidiana. 
Walter Reschini en la Difusión por todo el Hopital
“Es la capacidad de las personas y/o grupos para interactuar entre sí y con el medio, de modo de promover el bienestar subjetivo y comunitario, el desarrollo óptimo de las potencialidades psicológicas, cognitivas, relacionales, afectivas y el logro de las metas individuales y colectivas, en concordancia con la justicia, el medio ambiente y el bien común”. Más adelante retomaré de dónse tomé esta definición.
Antes, Walter Reschini, coordinador del equipo interdisciplinario de gestión de la sala, agrega que esta ley implicó “una cambio positivo en tanto sea derecho del propio usuario del servicio decidir cuando se siente bien o mal”.
A lo que otro enfermero, instructor y visitador de la sala, José Luis Pacheco agrega que este pasaje de la psiquiatría a la Salud Mental implica que el paciente sea “partícipe activo de su cura y se respeten sus decisiones”.
“Esta ley nos permitió unirnos a una nueva corriente que acá aún era desconocida”, aclara Nuria Benítez, jefa de residentes de la sala.
Pero ¿de dónde registré esta primera definición? Hacia allí iremos.
Para llegar a la sala de Salud Mental en cuestión hay que atravesar por completo la añeja infraestructura del Hospital 4 de Junio de la ciudad de Presidencia Roque Saénz Peña, Chaco. Luego de atravesar un largo pasillo al aire libre, estamos en el recibidor y en paradójicas contradicciones. 
Para destacar estas separaciones incluso en su ubicación geográfica, el hospital termina en esa sala, y aunque los límites están marcados por tejidos, lo primero que se distingue al caminar es el enorme mural que fue pintado por pacientes con la colaboración del personal de la sala y los artistas locales León Blanco y Germán Toloza.
La “Sala 8” – nombre que la comunidad aún le asigna, la resistencia siempre empieza en el lenguaje- también está dividida: adelante, el recibidor y los consultorios,  detrás separada por una pesada puerta, la sala de internación. Se abre esa puerta que no tiene ni llaves y candados, y la hospitalidad –nueva paradójico juego de palabras- va en aumento.
El grupo de residentes tiene su taller, lugar donde hacen gran parte de sus actividades en esa parte  de la sala. Como se dijo, las ubicaciones geográficas también “hablan”. Ese es el primer lugar que la cronista conoce, y entre adornos e instrumentos de los distintos talleres que se hacen en la sala, historias clínicas y constantes ires y venires, un cartel pegado en la pared arroja la definición de Salud Mental con el que inicie la crónica.

Es lunes 9 de octubre, las jornadas para festejar el día de la Salud Mental empezaron por la mañana con un paseo por fuera del hospital que incluyó caminata, cánticos, baile, mates y bizcochos, recitados, trabalenguas, juegos en la plaza. Luego siguió en el patio de la sala dónde las encargadas de la librería Utopía realizaron un taller de lectura de cuentos y reflexiones.
Un inicio ideal, día primaveral, con entusiasmo y mucho sol. Un espacio de encuentro dónde las categorizaciones obligatorias, adentro/afuera, profesional/paciente, sano/enfermo, se difuminaron para crear algo nuevo.
En la última actividad de ese día, una mesa redonda dónde los usuarios y las usuarias comparten sus experiencias con el resto del personal, “F”, un paciente transitorio abre la ronda: “Esto es como una familia, afuera te miran mal, como a un enfermo, y acá no, acá me siento feliz”, dice.  
Mesa Redonda
“Para mí es una cárcel”, replica otro, lleva muchos años internado allí, hace un recorrido con la mirada por toda la ronda y agrega “este lugar es una cárcel, la gente no”.
“J”, que se ha destacado también en las actividades del día y está a 24 horas de recibir el alta y regresar a su casa, expresa su deseo “yo quiero trabajar, estudiar, cantar”.
Se haría muy largo describir cada sensación, y por otro lado, sería inútil tratar de darle una explicación a cada sonrisa, a cada momento compartido, pero en el momento de difundir el día por las otras salas del Hospital, dando pequeños sourvenirs a la gente, se transmite no sólo el concepto de igualdad,  la solidaridad, sino también el esfuerzo que significó las horas (horas de su día libres) que las/los residentes de la sala destinaron para armar cientos de pequeños presentes.
También hubo en la semana una salida a la plaza para hacer deporte, charlas informativas y eventos de música, incluso un cierre a puro baile.
Como señala durante una de las charlas una participante que se presentó como estudiante de la carrera en enfermería: “no vi que en otro servicio se trabaje tanto en equipo como en este”. Ese es el objetivo, el modo de trabajo.
Aunque este pasaje de paradigma a paradigma no se agote en un día reivindicativo, es al menos un día para ver los resultados de esos cambios. 
Por ejemplo, viendo a la madre de un paciente aunar una idea con un profesional. “Es la sociedad la que no le da lugar a las personas con capacidades diferentes, porque por eso, por ser diferentes, es más fácil burlarse de ellos”, dice la madre. A lo que el profesional agrega: “Muchas veces el usuario está preparado para salir a la sociedad, pero es la sociedad la que no está preparada para recibirlos.
Es del mismo profesional, José Pacheco, con quien nos parece pertinente finalizar. “Todavía hay mucho que trabajar, con los familiares, con sus comunidades, con todos esos factores que, como a cualquiera, también afectan indirectamente a los pacientes”.  
En un área y una institución que podría parecer de saberes y prácticas rígidas, es posible generar otro tipo de vínculos, haciendo deporte en la plaza, repartiendo souvenires por  todo el hospital,  haciendo una matinée con música y globos en el lugar que cotidianamente funciona como comedor, en realidad no importa mucho cómo mientras se pueda salir de la rutina (cárcel imaginaria).
Las personas que diariamente conviven allí generaron un espacio de resistencia a esa tendencia maliciosa que los empuja a quedarse encasillados en roles fijos (paciente – profesional – sano – enfermo).   
Reivindicaron, a fin de cuentas, su lugar de personas, de esto quizás se trata sentirse saludable. 




CRÓNICA FOTOGRÁFICA (Cortesia de Nuria Benítez)