(Presentado en: XII JORNADAS DE ESTUDIANTES DE FILOSOFÍA
UNIVERSIDAD NACIONAL DEL NORDESTE. 2012)
(…) Un hablar callado. Insinuaba que la niña había quedado atrás, como
en sueños, despertando las miradas suspicaces que confirman al mismo tiempo que
la vuelven tan etérea como la gasa de un corpiño. Un susurro lenceril. Sobre
todo, no gritar lo que aún no se ha llegado a ser.
El Corpiño – Cristina Siscar
Me permito en
este texto utilizar nada más que algunos disparadores discursivos, llamar a la
reflexión a través de un cuasi ensayo, abierto, debatible y en construcción.
Por provenir
quizás mucho más de la poesía o del género periodístico, me amarraré fielmente
al concepto directo, ingenuo, del ensayo como verbo: ensayar. Practicar,
experimentar, intentar, afirmar, errar, corregir, reafirmar, en definitiva,
jugar con los conceptos, y ponerlos sobre la mesa para compartirlos y pensarlos
en conjunto.
Pretendo aquí
ver al pensamiento feminista como un puente conceptual en el pasaje de
paradigmas que vive la hipermodernidad. Además de presentar al empoderamiento
de sus postulados como posible vía evolutiva de la sociedad. Todo, mediante la
concepción del activismo como figura pragmática que nos permita la acción con y
en el discurso.
Esto, a
sabiendas de lo que ya señalaba Michel Foucault al afirmar que “el discurso no es
simplemente aquello que traduce las luchas o los sistemas de dominación, sino
aquello por lo que, y por medio del cual se lucha, aquel poder del que quiere
uno adueñarse”.
En un primer
acercamiento a la novel historia del feminismo es inevitable reconocernos, en
nuestra condición de mujeres, como víctimas de una violencia histórica, social
y cultural que fue construida al mismo ritmo que los procesos de civilización,
al menos dentro del encuadre occidental.
En su libro
Vacas, Cerdos, Guerras y Brujas, Marvin Harris, deja en claro las razones
materiales y culturales de la supremacía del varón sobre la mujer. Aboliendo
completamente el mito de una dominación con supuesta base biológica en la
división sexual del trabajo.
Razones, que por
otro lado, estaban ligadas al conflicto bélico con armas de mano y la disputa
por el territorio, ámbitos primeramente explorados por los hombres de las
tribus. Actividades que de ninguna manera tenían, hasta ese momento, un mayor
valor simbólico
que el realizado por las mujeres (crianza de hijos, defensa de las aldeas,
producción de alimentos, entre otros) dentro de sus comunidades.
“En la
sociedades humanas, -dice Harris-, el dominio sexual no depende de qué sexo
alcanza mayor tamaño o es innatamente más agresivo, sino de qué sexo controla
la tecnología de la defensa y de la agresión”.
La guerra como
principal causa, o principal estrategia adaptativa (HARRIS, Marvin. 1974: 53),
de condiciones tecnológicas, demográficas y ecológicas específicas sirve para explicar
por qué la historia de la humanidad ha sido escrita en base a conflictos
armados. Y también el por qué estos conflictos han ido de la mano de un sujeto
hegemónico
identificado con el varón.
Es en la
transformación positiva que propone este autor, dónde deja abierta la esperanza
de nuevos grupos que encuentren también nuevos medios de resolución de
conflictos. Y es nada más, y nada menos, en este estado de situación en el cual
las mujeres, ya no sólo como colectivo (aunque también como ello) sino asumidas
como el 50% de la población mundial,
debemos vernos empoderadas del lugar que ocupamos, y asumir la responsabilidad
y desafío de buscar esos nuevos medios.
Pero retomemos algo
de lo dicho anteriormente, cuando se habló de la historia del feminismo, dije
que era inevitable reconocernos como víctimas de una violencia social, cultural
e histórica. Sería interesante, entonces, introducir algunas consideraciones y
características de la violencia de género a este nivel macro de análisis que
presento.
Existe un gran
desarrollo en cuanto a bibliografía dedicada a la violencia, y más
específicamente a la violencia de género y el maltrato familiar. Susana Velázquez
logra una definición integral de violencia de género como “todos los actos
mediante los cuales se discrimina, ignora, somete y subordina a las mujeres en
los diferentes aspectos de su existencia. Es todo ataque material y simbólico,
que afecta su libertad, dignidad, seguridad, intimidad e integridad moral y/o
física”.
Si bien hay una clara
adhesión a este concepto, también se deja para debates posteriores la cuestión
de relacionar género y violencia sólo ligada al sexo femenino. Sin embargo, lo
interesante de la propuesta de Velázquez radica en que trabaja en base a la
identidad de la víctima y el poder de resignificación de su subjetividad
dañada, debilitada, no para desligarse de la situación de violencia -como forma
de silenciamiento de la misma- sino como herramienta de superación y
construcción de una etapa posterior, fuera del ciclo de violencia.
Estas teorías
están aplicadas al tratamiento de casos particulares, me tomo la libertad de
utilizarlas a este nivel macro, ligado a las desigualdades de corte machista, y
a las lógicas estructurales del patriarcado, la hegemonía y dominación masculina.
Es así que, a
partir de lo expuesto, surge la pregunta de cómo lograr esa resignificación de
los procesos represivos, traumáticos y violentos a las que somos sometidas a
nivel estructural. Y aún antes,
preguntarnos por qué la actualidad nos demuestra un reajuste de estos procesos
violentos y represivos.
Los hechos son
claramente visibles, no es necesario siquiera incursionar en discriminaciones,
violencias simbólicas, laborales o privaciones de derechos. Sólo hablando de
femicidios
en Argentina tenemos cifras crecientes que suman 119 mujeres asesinadas por
violencia machista sólo en la última mitad del 2012,
con modos también cada vez más agresivos que van desde la muerte a golpes,
disparos de armas de fuego e incineraciones.
Cabe destacar que ésta es una tendencia mundial, aunque también contemos
con hechos recientes, paradigmáticos y cercanos en Corrientes como el de la
joven Valeria Azar, asesinada por su ex novio de un disparo de rifle, o el de
la doctora Andrea Alcaraz impunemente atacada por su ex marido quien la
desfiguró con cortes en la cara en un lugar público.
Retomemos
también que en la presentación del tema contextualicé al pensamiento feminista
dentro de la hipermodernidad. Algunos autores denominan bajo este nombre a las
megatendecias actuales, que funcionan a nivel global influidas por las nuevas
tecnologías, las realidades virtuales, el hiperconsumo, el individualismo, lo
efímero y superficial como características de todo nuestro actuar.
El término hiper
hace una exaltación de estas tendencias, que se despliegan, filosóficamente
hablando, a la pérdida y desarticulación del ser, y materialmente, a la
destrucción de nuestro entorno. Y ante tal situación límite han comenzado a
gestarse distintas respuestas inscriptas en movimientos sociales, ecologistas,
humanistas, de libre cultura, espiritualistas, y por supuesto, luchas por la
reivindicación de la diversidad y la igualdad.
Con respecto a
esto último, retomaremos más adelante la relación inseparable, falsamente
denominada contradicción, entre diversidad e igualdad.
Antes, es
necesario remarcar otra característica del hipermodernismo actual a nivel del inconciente social:
la pérdida del Principio de la Autoridad Paterna, entendida como crisis de
autoridad global. Tal como lo describe el psiconalista lacaniano Eric Laurent,
esta crisis sumada a la creciente visibilidad y la conquista de espacios
públicos por parte de las mujeres es lo que exacerba las explosiones de
agresividad de hombres contra mujeres, ya que ven a este cambio, a la ausencia
de su función de padre, “como una castración insoportable a su autoridad”.
Laurent, habla del desafío del psicoanálisis por
“tratar de inventar una figura de mujer que no sea la virgen, la dama de hierro
o la madre sino una mujer que ocupe un lugar en el fantasma del hombre”.
Sin entrar más profundamente en estos términos
psicoanáliticos, podríamos expandir a otras áreas el desafío que plantea este
autor, y al menos, repensar de forma crítica, la figura de la mujer como
otredad. En términos del Otro Esencial, como lo expresa Simone de Beauvoir, que
no puede reconocerse sino en base a y en relación a lo Uno Absoluto (el
hombre). “La mujeres carecen de los medios concretos para congregarse en unidad
que afirmaría al oponerse. Carecen de un pasado, de una historia, de una
religión que le sean propio, y no tienen, (…) una solidaridad de trabajo e
interés”.
He allí, en palabras de Beauvoir, escrito ya en
1948, el germen para la resignificación y el cambio propuesto. Cambio que
quizás continuó gestándose y ampliándose a otros flujos de pensamiento cuando,
51 años después, la ecofeminista y wiccana Miriam Simos, más conocida como Starhawk,
escribía:
En
realidad, simplemente se está diciendo que la verdad de nuestra experiencia es
válida tanto si se tiene raíces de miles de años de antigüedad o de treinta
minutos de antigüedad, que hay una verdad mítica cuya prueba no se demuestra
mediante referencias o notas al pie de página, sino porque aborda emociones
fuertes, moviliza profundas energías vitales y nos da un sentido de historia,
propósito y lugar en el mundo..
Pasado, historia, religión, criterios de verdad,
solidaridad, lugar en el mundo. Estos son los nuevos y más antiguos desafíos
que se plantea el feminismo. Y como tales, deben entenderse como desafíos que
en absoluto pueden clasificarse por sexo o género.
En palabras de Diana Maffia, el desafío actual
supera a los desafíos puntuales de las 3 olas históricas del feminismo,
apunta a la integración en dos corrientes: la primera, con otras demandas
sociales y la segunda, con los movimientos populares emergentes. “Si no veo
muchas otras maneras de ser mujeres y el feminismo no se compromete con esas
otras maneras, lo que no se compromete explícitamente queda entonces ausente de
esa línea de compromiso”.
La compleja realidad de la hipermodernidad sostiene
una visión de la política cargada de frivolidad, individualismo y
superficialidad mediática. En términos de Gilles Lipovetski, la reactivación de
ciertos aspectos de los derechos humanos y la democracia, pueden movilizarse
como posibles espacios de resistencia a esta visión de la política (Francisco
Romero Mejía).
¿Es este un buen momento para poner en prácticas
estos mecanismos de reactivación? ¿Es necesaria la inserción de instituciones
que los tomen como objetivo?
La respuesta ya está hecha, sólo es necesario
enumerar algunos hechos: la puesta en marcha de las leyes N° 24.485 de
Protección Integral de la Mujer, pero también la N° 26.618 de Matrimonio
Igualitario y la N° 26.743 de Identidad de Género a nivel nacional, así como
los movimientos que están empezando a consolidarse en Corrientes y Resistencia,
a nivel local.
En Corrientes: la agrupación Frida Kahlo, la Multisectorial
de Mujeres, Mujeres por el Derecho a Decidir, el grupo local de Basta contra la
Violencia de Género Argentina, y aún más desarrollados, Ateneo Juana Azurduy,
Unidos por la Diversidad, Mujeres de la Matria Latinoamericana (Mumalá) en
Chaco. Esto, sólo por hacer una lista acotada por su trascendencia o
visibilidad mediática y pública.
Aunque quizás quienes mejor hayan entendido esta
nueva lógica del feminismo integracionista en esta -para nada- exhaustiva
lista, sean las integrantes del Movimiento Barrios Unidos, agrupación que
funciona en un barrio de la periferia de Corrientes, Capital con capacitaciones,
actividades y docencia en el barrio. Sus integrantes, en su gran mayoría
mujeres, se avocaron a la realización de actividades sociales en su comunidad,
y en ese gran marco llevaron a la praxis la transversalización del pensamiento
feminista en otros tipos de problemáticas actuales.
No es casualidad que ellas, en el primer Cabildo de
Mujeres que organizaron el 8 de marzo del 2012 en la Ciudad, hayan utilizado
como eje de sus debates la palabra empoderamiento.
Entendiendo por empoderamiento al “proceso de
desafío de las relaciones de poder existentes, así como el de obtención de un
mayor control sobre las fuentes de poder. Proceso orientado a cambiar la
naturaleza y la dirección de las fuerzas sistémicas, que marginan a la mujer y
a otros sectores en desventajas en un contexto dado”.
Este término ayudará a englobar ambos aspectos
expuestos: un activismo no sólo involucrado, sino indisoluble de las prácticas
sociales y en constante relación, en cuánto a sus objetivos, con otras
realidades como la ecología, los derechos humanos, la pobreza, la cultura, la
desigualdad, la espiritualidad, entre otros. Y por otro lado un activismo que
lucha no sólo con sino por el discurso, por apropiarse del mismo, nuevamente
parafraseando el enunciado de Foucault.
Este nuevo (y también viejo) desafío propone la
bajada material de las propuestas teóricas del feminismo, así como el quiebre
de la pasividad y sumisión consecuentes de la violencia estructural ejercida
hacia las mujeres a través de la incorporación del activismo como modo de
superación.
Pero esto no
desestima el lugar de la teoría y del pensamiento filosófico del feminismo, por
el contrario trata de romper con los miedos, prejuicios, superficialidades en
torno a la propia palabra feminismo.
Al propósito de
la teoría, Nelly Richards la plantea como modo de analizar la articulación y
desarticulación de identidades y “para entender la cuestión del lenguaje, el
discurso y la representación como aquellas mediaciones simbólicas que el
feminismo debe tomar muy en serio”.
Y debe hacerlo para reforzar tres distancias: el de la naturalización del
cuerpo, del yo esencializado y de la metafísica de una identidad femenina formada
en la composición binaria mujer-hombre.
Volvamos a
enumerar algunos ejemplos destacados de giros paradigmáticos en tanto las
relaciones de poder en el discurso. La arqueóloga lituana Marija Gimbutas, la
controvertida Valerie Solanas y la antropóloga wiccana Margaret Murray, las
tres esbozaron una apropiación de uno de los discursos más herméticos y
naturalizados, el discurso científico.
Marija Gimbutas
realiza su obra póstuma Los diosas y los dioses de la Vieja Europa, que propone
un trabajo histórico y arqueológico de la Edad de Bronce, la llamada
civilización preindoeuropea con una cultura dónde primaba el dominio social de
la mujer y la cosmovisión de una Diosa que tenía el principio creativo; “el
elemento masculino, humano y animal representaban poderes que estimulaban la
vida pero que no la generaban”.
Margaret Murray,
la autora británica que más ha influido en la Wicca
moderna, por su parte, postuló una hipótesis también de base histórica y
antropológica que explica la brujería medieval como mutación o degeneración de
un culto antiguo a un dios astado proveniente de épocas paganas. Un dios
fuertemente relacionado a las fuerzas femeninas y naturales.
Y dejamos por último a la controversial Valerie Solanas,
reconocida como la chica que disparó contra Andy Warhol, pero trascendente por
su Manifiesto SCUM (Society for Cutting Up Men). Un manifiesto
psicologizante, utópico y radical, de
ideas bien plasmadas aunque claramente misándricas. Partiendo de una idea
sexista, Solanas atribuye a los hombres las tragedias y desigualdades del
mundo, diciendo que son ellos los causantes de la des humanización capitalista,
las guerras, el sistema monetario y la especulación y fantasía del consumo.
Las tres
autoras, en distintas épocas y contextos, fueron deslegitimadas por sus
postulados dentro de la comunidad científica, echadas al olvido por no cumplir
con los criterios de ese gran sistema de exclusión discursiva que Foucault
llamó voluntad de verdad. Evidentemente, ni Murray, ni Gimbutas ni Solanas
lograron formar parte de esa verdad por no seguir las reglas que la policía
discursiva (Foucault. 1992: 31) exigía como control disciplinario. Pudieron, en
cambio, apropiarse de este tipo de discursos para influir en otros campos.
Mucho tiempo
después, será la filósofa queer Beatriz Preciado la que realice un rescate de
lo propuesto por Solanas, entendiendo que lo que ella enunciaba como “los hombres
o el macho” en realidad era esta figura social del sujeto hegemónico,
patriarcal, burgués y occidental. “Solanas había visto las cosas con cierta
precisión. Cuarenta años después sólo un elemento parece haber cambiado: todas
las características grotescas que Solanas atribuye a los hombres en la sociedad
capitalista de finales del siglo XX parecen hoy hacerse extendible a las
mujeres. (…) Son criaturas ‘deficientes emocionales’, ‘egocéntricas, encerradas
en sí mismas incapaces de empatía, identificación, amor, amistad, afección o
ternura”.
Será Preciado en
este párrafo quien vuelva a poner una visión crítica de un hipermodernismo que
construye seres insensibles (“incapaces emocionales”), y dónde se volverá a plantear
las cuestiones de igualdad y diversidad que prometimos retomar, como parte de
este nuevo desafío social del feminismo, y de las mujeres particularmente.
Maffia distingue
Identidad metafísica y ontológica, por un lado, e Igualdad, por otro.
Ontológico como la diferencia marcada por la naturaleza, por lo que es, lo que
podría entenderse como el órgano sexual con el que nacemos, y metafísico como
esas diferencias propias de cada cuerpo. “En cambio, la igualdad es un concepto
político, no es metafísico u ontológico. La igualdad implica igual capacidad de
derechos y a lo que se opone no es a la diferencia, se opone a la desigualdad”.
“Para que se nos
otorgue igualdad política, ¿es legítimo que se nos exija identidad? ¿La
igualdad es solamente para los idénticos? ¿O puede haber igualdad política para
los que somos diferentes?”,
se pregunta Maffia.
Esas preguntas,
hechas desde un pensamiento feminista, funcionan como la metáfora del puente –transitorio,
pero que debe cruzarse- para pensar y actuar hacia nuevos horizontes. Nuevas
realidades que puedan construirse desde un activismo personal, pero
identificado con los demás, de rasgos humanistas, participativos y
democráticos.
Lo que trató de
presentarse en este, como ya dije, cuasi ensayo son los mecanismos de defensa,
resistencia y quiebre a una actualidad hipermoderna de sujeción del ser, de
represión y violencia que presentan en algunas nociones del pensamiento
feminista. Así como la tarea de ponerse en acción, es decir ir de la pasividad (que caracteriza tanto a las mujeres, como a
otros grupos subordinados, como a hombres y mujeres de esta hipermodernidad)
hacia la activación, sea espiritual, filosófica, discursiva, pero siempre
política; además de romper con la otredad e imagen de víctima, para poder salir
de este ciclo de violencia y ser capaces de resignificar nuestra historia para
construir otros mundos posibles.
Amelia Valcarcel
distingue tres posibles instancias de acción dentro de un mundo globalizado: la
implicancia del multiculturalismo, que adhiere el concepto de diferencia y el
respeto por la misma; la presencia y visibilidad de los organismos
internacionales, tanto de instancias internacionales de redes y foros de
mujeres como la presencia del feminismo como modo de adecuación de género en
los programas internacionales; por último la buena y rápida acción
internacional, “las mujeres no están esencialmente comprometidas con la paz”.
Sin ánimos de
cerrar la gran diversidad de instancias, características y debates en torno al
tema, me gustaría detenerme para finalizar, ya que hablamos de nuevos
horizontes, en este retorno a la relación entre naturaleza, humanidad, política
y acción como escenarios de estos nuevos horizontes.
“Es espiritual
porque está dirigido al espíritu humano, a sanar nuestra fragmentación, a
llegar a estar completas. Es mágico porque cambia la conciencia a voluntad.
Además, es político”,
explica Analía Bernardo refiriéndose al movimiento feminista iniciado por
Starhawk.
“…Y seréis liberados todos
de la esclavitud,
y entonces seréis libres en
todo;
y como signo que sois
realmente libres,
estaréis desnudos en
vuestros ritos, tanto hombres
como mujeres; esto durará
hasta que
el último de vuestros
opresores será eliminado…”
Charles Leland
transcribe este poema popular antiguo que relata la leyenda de Aradia, hija de
la Diosa Diana y homónimo del mesías cristiano para el paganismo Europeo,
caracterizando la energía creadora femenina de este tipo de creencias.
Como promesa de
una tierra prometida, de esa Tierra Sin Mal guaranítica, este fragmento de
poema predice una buena parte del puente conceptual que propuse dentro del
feminismo. Libertad. Paz. Igualdad. Armonía.
Como lo expresé
al principio, quizás por provenir más de la poesía que del ensayo, no puedo
cerrar esta exposición de ninguna otra forma que a través de versos,
entendiendo la liberación y apropiación del lenguaje que ellos significan:
Como decía el incrédulo romántico:
Si a mí me lo preguntas
¡Poesía, soy yo!
La Naturaleza y todas nosotras
marcamos el fin del materialismo injusto
para que nunca más nos pongan palabras que no dijimos
ni nos digan aquellas que debemos decir.
Vamos a construir ese obelisco de discursos
para escalarlo, mordisquearlo
como si fuese el cuerpo del deseo.
Vamos a rebosar el caldero que nos cocina
como el agua viva, que moja, muta y regenera.
BIBLIOGRAFÍA
Ø
BERNARDO, Analía. Las Mujeres de la Diosa. En:
Ø
CHAER, Sandra y SANTORO, Sonia, comp. Las palabras
tienen sexo. Artemisa Comunicación Ediciones. Buenos Aires 2007.
Ø
DÍAZ, Gwendolyn. Mujer y poder en la literatura
argentina. Editorial Emecé. Buenos Aires, 2009.
Ø
FOUCAULT, Michel. El orden del discurso.
Tusquets Editores. Buenos Aires, 1992.
Ø
FROM, Erich. Lo inconciente social. Editorial
Paidós. México, 1993.
Ø
HARRIS, Marvin. Vacas, Cerdos, Guerras y Brujas.
En:
Ø
LEÓN, Magdalena. Poder y empoderamiento de las
mujeres. T/M Editores. Santa Fe de Bogotá, 1997.
Ø
LÓPEZ MONTIEL, Gustavo. La frivolidad de la
política en la hipermodernidad. En:
Ø
MAFFIA, Diana. Desafíos actuales del feminismo.
Taller de Géneros y Educación Popular, Área de géneros y educación popular de
Pañuelos en Rebeldía. Universidad Madres de Plaza de Mayo, 2006.
Ø
PRECIADO, Beatriz. Testo Yonqui. Editorial
Espasa Calpe. España, 2008.
Ø
ROMERO MEJÍA, Edis
Francisco. Los Tiempos Hipermodernos. En:
Ø
SOLANAS, Valerie y SANROMÁN, Diego L. El Manifiesto Scum. Precedido por
de SCUM, Cell 16 y la Revolución Hiperfeminista. Agitprov Editorial.
Distribución digital libre, 2003.
Ø
STARHAWK. La Danza en espiral. En:
Ø
VELÁZQUEZ, Susana. Violencias Cotidianas,
Violencias de género. Editorial Paidós. Buenos Aires, 2003.
Ø
VON SPRECHER, Roberto, coord. Teorías Sociológicas.
Introducción a los contemporáneos. Editorial Brujas. Córdoba, Argentina,
2007.
Enlaces: