Sobre
mis miedos hoy
Hace
tiempo escucho entre muros, rumores y pobres bajadas de línea
virtuales algunas ideas que me preocupan. Y no hablo de quien nos
invita amablemente a que seamos violadas, ultrajadas, irrespetadas e
insultadas porque nos lo merecemos por gordas, lesbianas,
libertarias, aborteras.
Digo,
eso no me preocuparía, cada vez que una nueva generación feminista
se renueva, nuestra capacidad de defendernos de la policía
prosistema crece, La Cope supera en audacia lo que Simone de Beauvoir
hizo años atrás. Hablo más bien de una inquietud que viene desde
adentro... aunque no creo en dentros y fueras. Me corrijo, viene
desde las pares. Personas que respeto, admiro, con quienes me
gustaría seguir caminando al lado en cada calle tomada, en cada
injusticia que, lamentablemente, debamos resistir.
Hoy
entre líneas, la mano invisible patriarcal que nunca sabemos desde
donde nos toca sin consentimiento, nos hace creer que hablar de
feminismos, decirnos feministas es elitista, radical, una MALA
PALABRA. Nosotras, las mountruosas de tetas y grafitis que no hacemos
partido ni cambiamos el mundo desde las instituciones, nosotras las
soberbias que no creemos en el verticalismo de las ongs. Las
atrevidas sin curriculum que no avalamos los años acumulados, sino
los tiempos deconstruidos. Las que, nos repiten en cada chisme o
comentario troll, sólo pensamos en nosotras. Pero, ¿quién lo ha
hecho antes? ¿Quien más que nosotras tiene el derecho de hacerlo?
Siempre
pensé que el feminismo es un puente hacia formas de vida más
vivibles. Por qué entonces tratan no sólo de convencer sino de
convencerNOS de que el feminsimo se olvida de otras luchas. Que
separa, que elige arbitrariamente que luchas dar, que no representa
(está claro que no representa, pero en un mundo donde la
representación-imagen es un sustento vital de prestigio, decir algo
así es retraernos a los bordes de lo ilegal y de lo ideal, otra
vez).
Cuenta
Beatriz, antes de ser Paul, Preciado que allá por 1970 en Francia un
grupo de mujeres entre las que estaban Christine Delphy y Monique
Wittig, hacen una intervención propia del teatro de guerrilla y en
el monumento al soldado desconocido cuelgan un cartel que dice: “hay
alguien todavía más desconocido que el soldado desconocido: su
mujer”. Y a esto Beatriz apunta:
rectifiquemos: la revolución homosexual
la empezaron las lesbianas, las maricas afeminadas, las travestis-que
eran las únicas que necesitaban de la revolución para sobrevivir.
La
linda historia milk americana es heroíca, porque lo heroíco además
de trágico es masculino. Las feminidades son ficciones que aún nos
prohiben escribir con mano propia. Con cuarto propio wolfiano. La
alegría es un pecado mortal. Y cuando no, una burla de la que hay
que sospechar. Reír entre tante mierda no es políticamente
correcto. Y esta Política es impartida desde el
ciscapitalismopatriarcal.
Hace
algunos días se cumplió un año de que Lohana se hizo inmortal en
sus palabras. Aún recuerdo esa anécdota que leí una vez: cuando
Beatriz Preciado visitó la Argentina mandó muchos saludos por la
recuperación de Lohana, que en ese entonces ya estaba internada.
Ella le respondió, claro que le respondió y con la suspicacia de
quien hace piel de las experiencias. Muchas gracias por los saludos,
dijo Berkins, pero “Decile
a Paul que gracias pero que escriba de una vez sobre nuestros cuerpos
latinoamericanos, porque mucha testosterona pero de la pobreza y la
crueldad, ni una palabra. Que me perdone, pero yo no puedo dejar de
luchar”. Lohana sabía por qué luchar, Beatriz sabe muy bien desde
dónde escribir.
Una
lectura dicotómica, adentro y afuera, elite o de barrio, mecanismo
que usa el opresor, diría que Lohana mandó a callar a Beatriz. Pero
la primera fue (y es) mucho más que una lengua karateca. Que un
conjunto de frases de manual rebelde reaccionario.
Eran
en ese acto performático, dos cuerpos trans encontrándose en sus
diferencias. Es decir, dos exitencias migrantes que por un breve
instante vibraron en la misma secuencia. Distorsión, hacer ruido. La
lucha molesta a la norma, el ruido también. Ni Beatriz ni Lohana
cedieron un paso, no buscaron ser referentes, ni representantes en
ese diálogo, sin embargo las dos estuvieron de acuerdo: el feminismo
y el activismo lgtttbiq iniciaron de la mano, con personas por fuera
de lo hetero blanco rico occidental. Europeadeposguerra
latinoamericana lesbotestomaricatravesti . En transición. Trans. La
calle se apropia de la palabra, los textos performan nuestras
cuerpas. Las divisiones, en fin, sólo están en lxs intérpretes,
lxs que “representan”.
Pero
el medievalismo militante busca que volvamos a mirar que hay entre
las piernas de otrx. No sólo de la manera burda cisbiologista, sino
en el enaltecimiento del pene (pobrecito, ignorado, echado,
censurado, venido a menos) como falo. Volvieron a unir dos signos que
Freud, otro pobrecito, trató de unir. Pero el pene-falo no es
genital, es social, psíquico, cultural. El falo-pene es poder,
opresor, sistema, el falo es institucional y tiene leyes. Cuando
escucho a identidades disidentes defender al pene (del que
generalmente un hombre es portador), la defensa se refuerza en el
falo. A estar atentxs, lo que seguismundo dijo no es universal, la
opulencia universal siempre estuvo del lado de la hegemonía, dice
Paul. Eliminar al falo es el arma de construcción masiva que las
maricas félix-gilles nos enseñaron.
El
sentido sabio de la manada que comunica por fuera de nacionalismos,
ghetos, grupos codificados, mensajes entre líneas. No hay stock de cuerpos dañados, ni muletillas, ni pies quebrados por la tierra que nos justifiquen. Más bien, en un
abrazo, en una mirada, en una sonrisa. Y en una buena mandada a la
mierda.
Un
gesto sororo, y una mandada a la mierda. Lo que dos amigas harían en
dos personas que nunca se conocieron en persona. El aprendizaje
siempre está detrás de lo que nos quieren hacer creer, no estamos
todas peleadas, estamos yendo juntas aunque a veces nos guste un
carajo.
Y
mis lecturas no podrán ser demonizadas, mis formas aunque vapuleadas
sean hacen en real empatía. Los textos que nos encuentran,
atraviesan nuestras carnes, no se quedan masturbando nuestros
cerebros y bocas. El feminismo, aunque no nos guste, o lo
malinterpretemos, lo rechacemos, lo encapsulemos, no lo entendamos,
etcétera ya está emanando desde el suelo, nuestros pies, el de mis
compañeras.
CRÉDITOS: facebook Femimutancia |