viernes, 10 de febrero de 2017

CIENTOS DE POST Y UN PUÑADO DE ANÉCDOTAS

Sobre mis miedos hoy

Hace tiempo escucho entre muros, rumores y pobres bajadas de línea virtuales algunas ideas que me preocupan. Y no hablo de quien nos invita amablemente a que seamos violadas, ultrajadas, irrespetadas e insultadas porque nos lo merecemos por gordas, lesbianas, libertarias, aborteras.
Digo, eso no me preocuparía, cada vez que una nueva generación feminista se renueva, nuestra capacidad de defendernos de la policía prosistema crece, La Cope supera en audacia lo que Simone de Beauvoir hizo años atrás. Hablo más bien de una inquietud que viene desde adentro... aunque no creo en dentros y fueras. Me corrijo, viene desde las pares. Personas que respeto, admiro, con quienes me gustaría seguir caminando al lado en cada calle tomada, en cada injusticia que, lamentablemente, debamos resistir.
Hoy entre líneas, la mano invisible patriarcal que nunca sabemos desde donde nos toca sin consentimiento, nos hace creer que hablar de feminismos, decirnos feministas es elitista, radical, una MALA PALABRA. Nosotras, las mountruosas de tetas y grafitis que no hacemos partido ni cambiamos el mundo desde las instituciones, nosotras las soberbias que no creemos en el verticalismo de las ongs. Las atrevidas sin curriculum que no avalamos los años acumulados, sino los tiempos deconstruidos. Las que, nos repiten en cada chisme o comentario troll, sólo pensamos en nosotras. Pero, ¿quién lo ha hecho antes? ¿Quien más que nosotras tiene el derecho de hacerlo?
Siempre pensé que el feminismo es un puente hacia formas de vida más vivibles. Por qué entonces tratan no sólo de convencer sino de convencerNOS de que el feminsimo se olvida de otras luchas. Que separa, que elige arbitrariamente que luchas dar, que no representa (está claro que no representa, pero en un mundo donde la representación-imagen es un sustento vital de prestigio, decir algo así es retraernos a los bordes de lo ilegal y de lo ideal, otra vez).
Cuenta Beatriz, antes de ser Paul, Preciado que allá por 1970 en Francia un grupo de mujeres entre las que estaban Christine Delphy y Monique Wittig, hacen una intervención propia del teatro de guerrilla y en el monumento al soldado desconocido cuelgan un cartel que dice: “hay alguien todavía más desconocido que el soldado desconocido: su mujer”. Y a esto Beatriz apunta:

rectifiquemos: la revolución homosexual la empezaron las lesbianas, las maricas afeminadas, las travestis-que eran las únicas que necesitaban de la revolución para sobrevivir.

La linda historia milk americana es heroíca, porque lo heroíco además de trágico es masculino. Las feminidades son ficciones que aún nos prohiben escribir con mano propia. Con cuarto propio wolfiano. La alegría es un pecado mortal. Y cuando no, una burla de la que hay que sospechar. Reír entre tante mierda no es políticamente correcto. Y esta Política es impartida desde el ciscapitalismopatriarcal.
Hace algunos días se cumplió un año de que Lohana se hizo inmortal en sus palabras. Aún recuerdo esa anécdota que leí una vez: cuando Beatriz Preciado visitó la Argentina mandó muchos saludos por la recuperación de Lohana, que en ese entonces ya estaba internada. Ella le respondió, claro que le respondió y con la suspicacia de quien hace piel de las experiencias. Muchas gracias por los saludos, dijo Berkins, pero “Decile a Paul que gracias pero que escriba de una vez sobre nuestros cuerpos latinoamericanos, porque mucha testosterona pero de la pobreza y la crueldad, ni una palabra. Que me perdone, pero yo no puedo dejar de luchar”. Lohana sabía por qué luchar, Beatriz sabe muy bien desde dónde escribir.
Una lectura dicotómica, adentro y afuera, elite o de barrio, mecanismo que usa el opresor, diría que Lohana mandó a callar a Beatriz. Pero la primera fue (y es) mucho más que una lengua karateca. Que un conjunto de frases de manual rebelde reaccionario.
Eran en ese acto performático, dos cuerpos trans encontrándose en sus diferencias. Es decir, dos exitencias migrantes que por un breve instante vibraron en la misma secuencia. Distorsión, hacer ruido. La lucha molesta a la norma, el ruido también. Ni Beatriz ni Lohana cedieron un paso, no buscaron ser referentes, ni representantes en ese diálogo, sin embargo las dos estuvieron de acuerdo: el feminismo y el activismo lgtttbiq iniciaron de la mano, con personas por fuera de lo hetero blanco rico occidental. Europeadeposguerra latinoamericana lesbotestomaricatravesti . En transición. Trans. La calle se apropia de la palabra, los textos performan nuestras cuerpas. Las divisiones, en fin, sólo están en lxs intérpretes, lxs que “representan”.
Pero el medievalismo militante busca que volvamos a mirar que hay entre las piernas de otrx. No sólo de la manera burda cisbiologista, sino en el enaltecimiento del pene (pobrecito, ignorado, echado, censurado, venido a menos) como falo. Volvieron a unir dos signos que Freud, otro pobrecito, trató de unir. Pero el pene-falo no es genital, es social, psíquico, cultural. El falo-pene es poder, opresor, sistema, el falo es institucional y tiene leyes. Cuando escucho a identidades disidentes defender al pene (del que generalmente un hombre es portador), la defensa se refuerza en el falo. A estar atentxs, lo que seguismundo dijo no es universal, la opulencia universal siempre estuvo del lado de la hegemonía, dice Paul. Eliminar al falo es el arma de construcción masiva que las maricas félix-gilles nos enseñaron.
El sentido sabio de la manada que comunica por fuera de nacionalismos, ghetos, grupos codificados, mensajes entre líneas. No hay stock de cuerpos dañados, ni muletillas, ni pies quebrados por la tierra que nos justifiquen. Más  bien, en un abrazo, en una mirada, en una sonrisa. Y en una buena mandada a la mierda.
Un gesto sororo, y una mandada a la mierda. Lo que dos amigas harían en dos personas que nunca se conocieron en persona. El aprendizaje siempre está detrás de lo que nos quieren hacer creer, no estamos todas peleadas, estamos yendo juntas aunque a veces nos guste un carajo.
Y mis lecturas no podrán ser demonizadas, mis formas aunque vapuleadas sean hacen en real empatía. Los textos que nos encuentran, atraviesan nuestras carnes, no se quedan masturbando nuestros cerebros y bocas. El feminismo, aunque no nos guste, o lo malinterpretemos, lo rechacemos, lo encapsulemos, no lo entendamos, etcétera ya está emanando desde el suelo, nuestros pies, el de mis compañeras. 

CRÉDITOS: facebook Femimutancia