miércoles, 23 de marzo de 2016

Es sólo el inicio. (Des)crónica de una vivencia y ciertas lecturas

Cartografías de la (re/o)presión
"Macri para la mano", marcha durante la visita del presidente en Corrientes



Paso un poco más de tres meses. Se colocan como abanderados de esto, que no es una causa, sino es un desmotivo les niñas y niños de la Murga en la Villa 1-11 de Buenos Aires. Van docentes en Santiago del Estero, skaters en Tucumán dónde la policía golpea e insulta a una mujer y un varón menores de edad. Balazos en un centro partidario en Villa Crespo. La sociedad civil se confunde con los uniformados. "Conchuda" vocifera un hombre en un bar en Resistencia. Hay tensión más insultos. Expresar la militancia es reprimida a balas o gritos. "No nos interesa invertir en las provincias", dice un ministro nacional en una reunión privada. Son 75 los puestos de trabajo que se discuten.
El 1 de enero por la noche voy con mi perra a la plaza y cuatro policías motorizados más altos que mi cabeza me rodean. Me asusto. Mi perra se asusta. Les ladra las ruedas cross la muy revolucionaria. Hacen presencia mirando al horizonte como superhéroes de comics. Se van. De allí una camioneta polarizada de la policía nos persiguió dos veces por la calles de nuestro barrio de madrugada. Desde ese primero de enero he visto circular por la calles céntricas más móviles de Gendarmería y Policía Federal que en todo el resto de los barrios de Chaco y de Corrientes.
Por eso el 23 de febrero de la llegada de Mauricio Macri a Corrientes, caminábamos por calle Pellegrini y no me sorprendió que lo primero que viera no fuera a la manifestación, alguna cara conocida, sino un blindado de Gendarmería, con las puertas abiertas y soldados apostados con su Fal vigilando la nada misma. Las calles estaban vacías. Estaban vacías desde las 00.00 hs de ese día, acorde al desequilibrante protocolo que había prohibido el paso absoluto a la Casa de Gobierno en tres cuadras a la redonda. Sólo nosotras y otras señoras más adelante que miraban con cierto orgullo al móvil verde platinado (no camuflado) pasar lentamente. Ellos no hacían contacto visual. No lo merecemos.
Continuando con lo bélico paramos en la esquina de "El Mariscal". La crónica de la manifestación ya la leímos de otras manos más exhaustivas. Tiramos algunos globos negros del lado limpio, "el lado de la yuta". "Estos globos se revientan más rápido que la desilusión del cambio". Las vallas hacen caminar de más a un vecino de la cuadra de más de 90 años. "Ayudalo y que vaya hasta allá", dictamina uno, un manifestante ayuda al anciano, ellos no, sus manos están limpias del pueblo (excepto órdenes y balas), la mirada fija en el horizonte. Ya no sé si es soberbia o vergüenza. Los señores de traje pasan las vallas sin vueltas.
Luego de la desconcentración. Vamos en un colectivo. Es plena siesta correntina. Por la radio un "desubicado" marca el límite a libertad de expresión, información y opinión. La persona que está al lado mío al mismo tiempo recibe un mensaje de texto que dice "detuvieron a tres compañeras". 


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